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Un latido con un sentimiento de sonidos extraños
y piel esperando.
Noches tibias, húmedas
y horas desvanecidas sobre la cama.
Bocas salivando un lenguaje cenizo
paisajes claroscuros, hiel aderezando las heridas,
ojos mediocres de mirada turbia y deseo hacinado.
La armadura cae golpeando el suelo de sus ganas,
un recuerdo lacera desde el bajo vientre.
Y la distancia desgarra desde adentro.
El mundo se quiebra a pedazos,
la lengua empuña promesas al aire,
y los huesos se astillan con cada grito destemplado.
El cielo vibra bajo dedos violentos,
azul despiadado, y pliegues de sábanas aferradas,
el corazón se estrecha en una canción,
baila gotas ácidas; baladas de notas vacías
y labios sangrantes.
Dientes afilando cada estación de paso,
el frío atenaza la médula,
royendo, salpicando verdades crudas,
fluyendo como viento de otoño
ocre, sombras y moho.
El miedo es un árbol de raíces amargas.
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