Un amor para Nereida
Y el duende se acurrucó entre los arbustos, escondido como siempre entre el río y el árbol. Esperaba… Nadie sabía lo que esperaba… esperaba a que llegara Nereida, aquella hada que una vez llegó del mar, y que se enamoró de la tierra, quedándose a vivir en el bosque. Aquella hada que encantó su mirada en el lago. Esperaba, simplemente esperaba. Soñando que soñaba, se dormía. No quería que descubriera no a él, sino lo que él sentía por ella. No quería envenenar la magia… ausentarla… o perderla… Dormía esperando que el lago le devolviera su reflejo, pues la sombra que ella veía, no era suya sino la de él, aquel duende que la veía, en las sombras de los árboles sobre su espalda y que de vez en vez se escondía entre los matorrales para que no lo descubriera.
Él tenía miedo de quemarla con el amor que brotaba de sus ojos de fuego, temía que la delicada piel blanca de Nereida lo tocara y quedara hechizado bajo la dulce magia de su amor, temía que ella le robara el corazón, porque él ya había sufrido mucho. Es verdad, había sufrido mucho. Por eso prefería soñarla antes que mirarla a los ojos. Por miedo a hacerle daño alguna vez el uno al otro. Miedo a que ella sufriera por él… miedo a sufrir por ella…
Pues él la comenzaba a amar y a proteger de todo mal… incluso de él.
El duende no sabía por qué Nereida llegó al bosque, ella vino del mar escapando de la traición, y ella soñaba y estaba enamorada del amor, y estaba dispuesta a encontrarlo, aunque nunca le hubiera visto la cara o escuchado la voz, o mirarlo a los ojos, pero ella sabía que cuando lo viera, se enamoraría, y le reconocería de inmediato.
El duende volvió a agachar su mirada. En sus labios se leía: “Nereida” y mordía el beso que le adeudaba. Dormía de amor sin ella, moriría alguna vez. El duende callaba su amor por ella, entre la lista de ruidos del bosque buscaba el sonido de sus alas… la esperaba en su silencio del alba
Nunca entendió la ilusión que trajo a sus días Nereida… Nunca entendió el amor del que todos hablaban.
Con el peso de traiciones y desengaños sobre su espalda, nunca quiso ser el ogro que habitaba la montaña. Vivía en la oscuridad, en sombras. Y fue entonces. Cuando decidió levantarse. Reincorporarse, abrir los matorrales y salir a buscarla… Ella lo merecía… Él se abriría paso hacia ella, nada podía detenerlo, tenía que encontrarla entre los rayos de luz que dejaban escapar los árboles.
La brillante luz del alba despierta a Nereida llevando un vestido blanco con piedras preciosas, ella lleva pétalos de rosas, se abre paso entre los juncos para llegar al lago y buscar ese rostro encantado, al que lanza sus pétalos y le pide que llegue pronto, ella se inclina sobre el lago, y roza con sus labios el manto de agua cristalina, que apenas se mueve con su aliento, imaginando que le besa a él, imagina que le roza los labios, y que le susurra palabras de amor, esperando verle sus brillantes ojos donde se juntan los cuentos.
Ella le vio salir de los matorrales y supo enseguida que aquel reflejo no era un sueño, era lo que ella esperaba pero tuvo miedo, y en el último instante huyó, temía que su corazón saliera destrozado, otra pena más no la soportaría. Nereida ansiaba el amor, pero también temía sufrir nuevamente por él. Ya era demasiado. Ella quería detenerse, pero sus piernas no obedecían, ella era Nereida hada del agua y al agua debía regresar para protegerse.
Él se detuvo… quería abrazarla, besarla, con el amor que guardaba y que nadie conoció jamás… Pero al verla correr se quedó mudo. Al verla huir sintió dentro cómo se le rompía el alma.
Ahogó los Te Amo que le guardaba, al mismo tiempo que cayeron las flores bajo su espalda (que había cortado esa mañana)… él la amaba… Retrocedió dos pasos… ella ya no estaba… Retrocedió su vida… Dio la vuelta para ocultar sus lágrimas.
Mientras el duende regresó al bosque entre miradas compasivas y murmullos de vientos y ramas. él la lloraba por dentro, aunque a veces, se desprendían gotas de agua, agua de Nereida, desde sus ojos que por sus mejillas caían como diamantes dejando un sendero en el bosque, y esas gotas se volvieron un trazo de cristales de colores que Nereida vio desde el lago, sabía que esas lágrimas eran por ella.
Nereida nunca se sintió tan cobarde como esa mañana, y se sumergió en el agua, sabía que ahí el duende no podría encontrarla y esperó… y lloró, y el agua se volvió más azul y cristalina, porque las lágrimas de Nereida parecían encantar todo lo que tocaba, todo se volvió brillante, y todos los seres del bosque sabían del gran amor de Nereida, porque lo sentían al rozar el agua, que estaba encantada de amor.
El volvió a su lugar, caía la noche, se volvió a acurrucar entre los matorrales. Sonrió por ella, por haberla visto, por haberla tenido cerca, sonrió entre los cristales, entre los diamantes que comenzaban a cubrirlo, sabía que sería su última noche… Comenzó a llover, el cielo lloraba aquel amor inundado de sueños. Hacía frío… tiritaba… moría de amor… y sonreía… Ella sería feliz bajo el agua, en otros brazos, en otras historias… Tan lejos y distante de él… Pero él moría de amor por ella. Se cubrió de cristales, de sus propias tristezas, de sus penas…
Pero Nereida tenía la magia del amor, y salió del agua para llegar a él y cubrirlo con su cuerpo, ella ahora corría, a su encuentro, corría desesperada para salvarlo del frío, y Nereida lloraba, tenía que llegar a él, de pronto le vio, acurrucado entre los matorrales, ahí estaba él temblando,.. él la miro y ese instante mágico se hizo eterno, los segundos se detuvieron,…. y ….
él la reconoció casi inconsciente, mientras ella lo abrazaba, él puso su moribunda cabeza sobre su pecho, la abrazó con el alma y en su último suspiro… le dijo que la amaba.
Ella le abrazó y le besó hasta el alma, Nereida lloraba y sus lágrimas caían sobre su frente, resbalaban hacia sus labios, donde las lágrimas de Nereida se depositaron mágicas, haciéndole estremecer, el había probado el Amor de Nereida, en las gotas de amor cristalino que ella derramaba por él.
Ya era tarde, el cielo lloraba se desataron relámpagos y truenos, el bosque callaba. Fue el momento que calla el bosque… lo que sucedió a continuación… Volaron mil hadas del agua para acudir al llanto de Nereida, se levantaron mil duendes de entre matorrales, juncos y árboles, para llegar a dar consuelo a Nereida que lloraba, y abrazaba al duende lo sostenía con tanto amor, entre sus brazos.
Nereida, sufría de amor por él, ella se acurrucó junto a él y lentamente cerro sus ojos, hasta que el brillo se les apagó,.. Nereida Moría. Ella moría de amor con él y por él … y juntos así, escribieron esta historia de amor. Tanto amor no merecía muerte ni olvido…
Cuentan que entre los matorrales del bosque, hay escondido una huella de diamantes hacia un rincón de cristales llenos de amor, cuentan que si los encuentras, puedes morir de amor. Dicen que allí descansan, las almas que crearon esta historia…
Y yo creo en ellas.
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